martes, 10 de febrero de 2015

YO TE QUIEEEEEERO.

 
Nada, quería compartir una pequeña propaganda política maquillada de canción ingenua para retardados. 
Esto no pasa en San José.
Esto no debe de pasar en ningún lado.
Obvio que los pobres que viven en la periferia no aparecen. Obvio que los que se "van del tambo a la ciudad" son auténticos oligarcas putos, votantes del PN y naturalmente del FA.
El rock no es muy apoyado por la intendencia a no ser que se bailen un malambo. 
El concepto de cultura está concebido por terrajas que le dan la espalda a talentosos maragatos. PERO, PERO, PERO, le pagan -le pagamos, ejem- los pasajes a un pelotudo que "se hizo famoso" por hacer entrevistas a gente horrenda, para que pueda ir a Miami a que conozcan a nuestro emprendedor digitosocial (acá les dejo su canal de youtube, se me fuman un porro antes de verlo, ¿si?)
En fin.
Orgullosos de ser parte, yo te quiero ♪ 
Está subtitulado porque nos llueve turistas.

miércoles, 4 de febrero de 2015

Los miércoles llega el padre y nos confesamos.

Lo maravilloso de un blog -si se quiere- es que en su kid de supervivencia trae el anonimato.
Y aunque a veces éste no sea 100%, vamos, si mi madre o mi mejor amiga, o el tipo que me estoy garchando, llega a entrar de casualidad a este simpatiquísimo blog, dudo realmente que sospechen de mí, porque no somos ni paranoicos ni tan egocéntricos. Entonces se vuelve sencillo ventilar(nos) la vida privada.
En fin, amigo, usted decide si consumir las próximas líneas de chusmerío (JAJA, qué ocurrencia tengo a veces), o tener un poquito de criterio e irse a hacer eso que ya sabe.

Primero tengo que hablar mal de una amiga para que se entienda.

Es católica porque la mandaron a catesismo y no protestó, aún hoy sigue yendo a las misas de algún domingo (cuando se ponen buenas), y pese a todo análisis que hemos hecho, llegamos a la conclusión de que la mina cree en Dios con el mismo criterio que la mayoría: nunca cuestionó.
Cuando éramos bellas y promiscuas liceales, pasó por un montón de etapas /cumbia-concheta-reggae-rock-cumbia-rock/, según la compañía de turno.
Y no digo que sea una tragedia ser altamente influenciable y tener un uno en identidad a los 14 años, es trágico cuando ya tenés 22. Y uno es tolerante hasta que aparece definitivamente el perverso snob (o esnob), que molesta.
No obstante, lo más patético (y acá entra nuestra querida): el snob fallido. El que pone en facebook que leyó tal libro, que vio tal película, que publica tal música, que OH CASUALIDAD, no conoce. Y se nota.
Entonces su vida pasa por un constante cambio de etapas, etapas de excesos, porque la personalidad del influenciable es adictiva.
Una vez empezó a conocerse con un loco y yo le pregunté qué tal. Me dijo: ah, re bien, además tiene buena lectura. Lee a Orwell. (Lo conocía porque se lo había recomendado diez mil veces)
A la semana se compró una edición preciosa de 1984 y nunca leyó el libro.
Ahí supe dos cosas: a- ese es el snob fallido, el peor, y b- lo que se hace por una pija, eh.

Basta de hablar mal de una amiga.

ENTONCES
Todo comenzó cuando la vi en una foto con la remera de Pink Floyd, la iba a desafiar a que me dijera rápido cinco temas pero tampoco soy tan rata. Resulta que ahora se convirtió en multiloca y va a las fiestas electrónicas, sin embargo, sigue siendo católica y se esconde cuando fumamos un porro.
Nos enteramos de costado que toma merca, obvio que no por ella, sino no sería de costado. ¡Y es tan natural que la gente se falopee con cocaína en estos tiempo violentos! Pero me parece extraño -y preocupante- que ni siquiera nos cuente a nosotras, que entregamos el culo y salimos como un rayo a reunirnos porque nos moríamos de los nervios.
Es hasta un reflejo de supervivencia tomar merca y contárselo a tus amigas, porque uno a veces no encuentra el freno.
Sobre todo si tenés una personalidad adictiva y creés en Dios (y en el cura pelado que tiene 27 años pero parece de 45), o si de golpe vas SOLA a todas las fiestas punchis, o tenés actitud de rota, o no querés que tu mami te encuentre mandibuleando y te lleve de los pelos a Manantiales. MEDIA PILA, HERMANA.

viernes, 30 de enero de 2015

UH.

Hoy mi hermana cumple quince años. Hace una semana que estoy rememorando cosas y llorando como una maldita desquiciada de telenovela. Miro fotos y videos de cuando éramos más chicas, hablo con todo el mundo del mismo tema, me río, la miro, la abrazo hasta que se altera, no sé, siento una profunda confusión de palpitaciones y una chochera bárbara.
Sara tiene un nombre tan lindo porque me dejaron elegirlo, le querían poner Martina o Julieta, pobrecita. Y si bien me cagó mi estatus familiar haciendo que dejara de ser la más chica, e hizo que padeciera el horrible síndrome del hijo del medio, no puedo estar más que agradecida de tener algo tan incondicional en mi mundo. Con ella tuve  que aprender a esperar, a consolar, a cultivar la paciencia, el amor, la madurez, el arte de cagarla a trompadas sin que escucharan mis padres. Porque el cambio es rotudno, porque todo se divide en tres, y a uno le entran celos ciegos mezclados con responsabilidad e instinto sobreprotector. Cuando la tuve por primera vez en mis brazos tenía seis años y sentí cómo mis venas e iban llenando de un nosequé que aún persiste, esfervecente.
A medida que crecimos, y pasamos las etapas de peleas y rechazo constante, nos entendimos. Y ACÁ, señores, ACÁ RECONOCIMOS EL AMOR, la hermandad posta, la de preferirnos por sobre todo.
Hoy ya podemos hablar de sexo, de drogas, de música, de películas, de cómo arreglar las cosas que están tan mal en este país. Toda la vida me encargué de moldearla para que saliera un bichito bien raro pero es indomesticable, salió cualquier cosa, lo cual es hermoso.

Por eso brindo casi todas las horas por Sara, mi hermana que eligiría mil veces, hasta el cansacio.

miércoles, 14 de enero de 2015

La inestabilidad emocional. (Este es uno viejo)

Hace muchos días estoy sola en mi casa y me aburro. Me aburro y me pongo patas pa’rriba a contar soles, a escuchar el crujir de la leña quemándose, la sequita, que no tiembla ni escupe nada. Me invento diálogos, tristísimo. A veces pienso que estoy dando una conferencia; enfrento al espejo con una retórica seria. Necesito que alguien me de bola.

En la tarde de hoy más que melancolía, sentía ganas de suicidarme. Mirar ese cielo gris condensado daba fiebre. Ya venía de un sueño bastante amargo para seguir agregándole humedades.
Entre lamentos y chocolatada sentí una voz de ardillita en el zaguán de mi casa, abrí la puerta y había un montón de botijas jugando a los padres que iban a hacer las compras. Tenían todo bastante organizado pero les faltaba un cajero, sí, era una mezcla de supermercado con almacén barrial. Una hermosura. Yo me ofrecí humildemente al empleo, ya que hace meses estoy buscando laburo y no creo hallar mejor oportunidad.

El ritmo se fue desarrollando luego de interiorizar los roles, al principio estábamos medios incómodos pero al tercer tomate que se me cayó, nos desinhibimos del todo. A medida que se soltaban, empecé a notar ciertas actitudes, ciertos comentarios, que empezaron a tener un protagonismo importante -para mí- en el juego.

Para ser niños entre 6 y 9 años, tenían muy latente posturas que probablemente saquen de los adultos con los que se relacionan -que novedad-. Sobre todo en la forma de expresarse y ver el mundo. Por ejemplo, el personaje de la vecina chusma, que se refugia en susurros intencionales y miradas de desaprobación, estaba muy bien interpretado por Magalí; Pedro no pedía arroz en la caja, sino puchos, así, pu-chos, con una naturalidad contundente. Dos niñas que interpretaban a madres amigas hablaban del BPS, y del Carlos, y del amor. Una andaba con su hija Gimena, a quien destrataba en cuanta ocasión podía, le repitió un par de veces “cuando llegues a casa ya vas a ver”. Seis, siete, ocho, nueve años. Yo veinte primaveras y con ganas de llorar y contarles un cuento, de cantarles canciones, de decirles que jueguen a hacer comiditas, dibujos, burbujas.

Me quedé unos minutos en silencio, observando como se internaban en su visión del mundo adulto, en la desconexión con la infancia, en la realidad de “no, Gimena, no te puedo comprar un chicle porque no llegamos ni a fin de mes.”

Por favor que mañana no llueva.

domingo, 11 de enero de 2015

A M O R E S P E R R O S (acá no está el Che)

¿Se han dado cuenta de la nueva tendencia de estremecerse más por un perro abandonado en la calle, que por una persona abandonada en la calle? 

No está buena. 

Hay un boom de organizaciones que luchan y velan por el bienestar y los derechos de los animales. Hay un boom de un pensamiento poco lógico que dice algo así como "cuanto más conozco a las personas más quiero a mi perro". 
Siento que están cambiadas las prioridades, y NO ESTOY DICIENDO QUE NO HAY QUE CUIDAR DE LOS ANIMALES, pequeños boicoteros de los zoológicos, digo que la insensibilidad hacia nuestra propia especie nunca es buena. 

Una vez había salido de forma viral en facebook una imagen que decía más o menos esto:
"cada vez que llueve y hay tormenta no puedo quedarme tranquilo/a mirando por la ventana porque sé que hay un perro que está afuera abandonado", parefraseando un poco nomás. 

¿No será mucho?


viernes, 9 de enero de 2015

La identidad.

Creo que me asusta morir.
Igual es más profundo que eso, a veces no estoy muy segura si es terror a convertirme en un fiambre mismo, o al proceso de crecimiento cíclico de la vida (y la vejez arruinante) De repente siento una responsabilidad atroz y un constante pensamiento alarmista al ver, no sé, videos que te dicen que podés tener cáncer de mamas si estás  dentro de tal franja etaria. Cuando me proyecto veo dos futuros finales; en la puerta número A: algo terrible me va a ocurrir, no puedo definirlo de forma llana, pero me va a costar horas de hospitales y agujas penetrando mi delicada y blanca piel, horrible; en la puerta número B:  voy a sufrir el incesante síndrome de la vieja de mierda que no acepta el deterioro de su cuerpo mientras añora sus 25 locos y dorados años. Esas serían las opciones más drásticas y sin fundamento que tengo hasta ahora. Nada, pavadas mías. 

...

No obstante, se me hunde el pecho en el momento que sueño con tener pibes que crezcan dentro de mi vientre y revoloteen en lo más profundo de mi alma. Tengo antojo de sensaciones como la de sentir que en mi cuerpo late otro corazón además del mío, o que soy fuente de vida, o que algo chiquitito depende de mis aciertos y errores, pero sobre todo, quiero abrazarme a la certeza de que el amor posta e incomparable lo encontramos al alcanzar esos límites. Y que después no importa nada. El dolor no debe ser el mismo, la soledad no debe ser la misma, con un poco de suerte el lazo materno se vuelve una energía sanadora y hasta nos calienta las tripas. Eso. Embarazos, dominguear en la cama, ir al mercado a comprar alimentos que no sean transgénicos, llevar a mis hijos a las marchas, ser una madre amigable con la conciencia política y social, hacer todo lo que me hizo falta, y un sin fin de promesas inmaduras que nunca se han cruzado con el carril de la realidad. 

Así como he pensando mi vejez poco prometedora, necesariamente me tuve que inventar un intermedio sostenible. Para ir llevándola. Para morir mil veces en el intento. O para la sorpresa de algo mejor. 


La única seguridad de esto, es que fue todo inventado. 

lunes, 22 de diciembre de 2014

No entiendo tu idioma.

Lo incansable.
Las piernas.
El agua.
La salvaguardia, esa que estás pensando.
El amor.
La dureza del colchón.
La paciencia.
El sereno.
La espera.
El llanto.
La voz.
El trueno.
Los besos.
La lluvia, cuando descarga.
El tiempo.
La soledad, la esperanza, la tenacidad.
Los puntos finales. Las mayúsculas.
El corazón.
Las ollas.
El lugar común.
La salud, brindemos por eso.
La simpatía.
La libertad. No, la libertad no. La rebeldía tampoco.
El interés.
Los vasos y platos.
La sobridad.
 A veces se gastan, se agotan y se rompen.