viernes, 9 de enero de 2015

La identidad.

Creo que me asusta morir.
Igual es más profundo que eso, a veces no estoy muy segura si es terror a convertirme en un fiambre mismo, o al proceso de crecimiento cíclico de la vida (y la vejez arruinante) De repente siento una responsabilidad atroz y un constante pensamiento alarmista al ver, no sé, videos que te dicen que podés tener cáncer de mamas si estás  dentro de tal franja etaria. Cuando me proyecto veo dos futuros finales; en la puerta número A: algo terrible me va a ocurrir, no puedo definirlo de forma llana, pero me va a costar horas de hospitales y agujas penetrando mi delicada y blanca piel, horrible; en la puerta número B:  voy a sufrir el incesante síndrome de la vieja de mierda que no acepta el deterioro de su cuerpo mientras añora sus 25 locos y dorados años. Esas serían las opciones más drásticas y sin fundamento que tengo hasta ahora. Nada, pavadas mías. 

...

No obstante, se me hunde el pecho en el momento que sueño con tener pibes que crezcan dentro de mi vientre y revoloteen en lo más profundo de mi alma. Tengo antojo de sensaciones como la de sentir que en mi cuerpo late otro corazón además del mío, o que soy fuente de vida, o que algo chiquitito depende de mis aciertos y errores, pero sobre todo, quiero abrazarme a la certeza de que el amor posta e incomparable lo encontramos al alcanzar esos límites. Y que después no importa nada. El dolor no debe ser el mismo, la soledad no debe ser la misma, con un poco de suerte el lazo materno se vuelve una energía sanadora y hasta nos calienta las tripas. Eso. Embarazos, dominguear en la cama, ir al mercado a comprar alimentos que no sean transgénicos, llevar a mis hijos a las marchas, ser una madre amigable con la conciencia política y social, hacer todo lo que me hizo falta, y un sin fin de promesas inmaduras que nunca se han cruzado con el carril de la realidad. 

Así como he pensando mi vejez poco prometedora, necesariamente me tuve que inventar un intermedio sostenible. Para ir llevándola. Para morir mil veces en el intento. O para la sorpresa de algo mejor. 


La única seguridad de esto, es que fue todo inventado.